¿Tiene la gente interés por lo que come?
Debería, es algo que hacemos como mínimo tres veces al día. Sin embargo la vida acelerada, la globalización, las locuras de horarios y prisas laborales -incluso de ocio- y todo este huracán de vida del que nos es tan difícil escapar, ha hecho bastante daño entre otras cosas a algo tan básico como la alimentación. No solo me refiero a los fast food (que ya llevan con nosotros bastantes décadas y que, aunque se llenen, creo son vistos por la sociedad como algo insano), me refiero al poco tiempo que dedicamos a interesarnos en de dónde viene lo que comemos, como se cultiva o cuándo es su temporada. Eso sumado a la “estandarización” de los productos en las grandes superficies (supermercados de grandes cadenas son clónicos en Barcelona, en Logroño o en Albacete) al final provoca que la gente, -sobre todo las nuevas generaciones- casi crean que los pimientos son algo que crece en la estantería del súper durante la noche para que al día siguiente los podamos ver colocaditos, relucientes y todos iguales ,idénticos de hecho, hasta parecer de plástico.
Entonces, ¿no hay realmente interés?
Quiero pensar que algo debe quedar.
Probablemente esto es algo que, a estas alturas, solo se puede contrarrestar desde pequeñas iniciativas, desde abajo, con un trabajo lento y poco fructífero pero que al final valdrá la pena. La gastronomía es cultura, eso lo deberíamos tener claro. Del origen de cada producto se pueden contar muchas historias, la mayoría de ellas dan lugar a tradiciones locales.
Esa es una de las ideas que trata de defender la organización Slow Food. Promover las singularidades de productos locales e impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas. Algo que en estos tiempos casi parece una labor de “re-educación”.
Para ello una de sus iniciativas son los mercados de la tierra. Lugares donde se concentran productores que ofrecen productos locales, artesanales y sostenibles directamente a los consumidores a precios justos. De esta manera se acortan distancias entre la tierra y el público y se promueve la cultura de la gastronomía local y la educación alimentaria.
El mercat de la terra de Sitges que organiza Slow Food Garraf i Penedès es el primer mercado en España que ha obtenido la certificación internacional Slow Food y ya lleva varios años ofreciendo productos de calidad. Desde hace una semana ha hecho un cambio importante y algo arriesgado: apartarse del área turística donde se celebraba hasta ahora, para montarse en la zona donde tradicionalmente se hace el mercado semanal, una zona cerca de los principales servicios municipales y donde hay más movimiento local de día a día. Un cambio valiente en el que la celebración del mercado puede convertirse en algo pedagógico más relacionado con dar a conocer a la gente local la importancia del producto de calidad que en ser un mercado pintoresco de una zona turística.
Allí estuve hace poco y allí encontré maravillas como cremas de espigalls (verdura de la familia de la col que se cultiva en el Garraf), aceites con coupage de olivas típicas de la zona, quesos de cabra artesanos espectaculares y algún descubrimiento sorprendente como la mermelada de uva Vinyet, hecha con 100% uva de distintas variedades sin ningún azúcar añadido.
Además de lo explicado, actividades para los más pequeños y el olor irresistible de una fideuá que estaban preparando, hacen del evento lugar merecedor de peregrinaje para las personas interesadas por la comida, los productos, la historia y la cultura. Que espero que cada vez sean más.
Os recomiendo acudir si estáis cerca de Sitges, se celebra el primer sábado del mes en la plaça Catalunya. Incluso si no lo estáis, la visita al mercado y al lugar impresionante que es Sitges ya lo merece. Mirad esto si no lo creéis.
¿No?
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